miércoles, 29 de abril de 2009

No hay otro nombre

Una cara que ya ni reconoces, por mucho que te mires al espejo no va a cambiar en lo que te has convertido. Las manos llenas de sangre, tu camisa, antes blanca, impoluta… tus lágrimas que se mezclan con el llanto de tu agonía, en la habitación un cuerpo inerte en la penumbra, sus ojos ya no claman ayuda, solo te miran de forma compasiva.

El silencio te reconforta, sientes una interminable paz e intentas convencerte de que no tenias opción, pero sabes que no es así, todos elegimos nuestros actos y todos debemos pagar por ellos, aunque a veces ese peso pueda hundirnos, puede que ese dolor sea incluso peor que la muerte.

Tus sollozos se mezclan con el sonido del viento, la frágil luz de la luna ilumina la habitación, el dolor aumenta a cada recuerdo, a cada instante en el que piensas lo vivido con esa persona, intentas perdonar todos sus pecados, intentas redimir los tuyos, pero el dolor sigue aumentando… Ahora sabes lo que sintió Caín cuando mató Abel.

Nadie merece morir, pero ya es demasiado tarde… a lo lejos se escuchan las sirenas, ese canto dulce, suave… te asomas a la ventana y la brisa gélida toca tu cara mezclada entre lagrimas y sangre… Sabes que no eres lo suficientemente valiente para llevar el peso que acarrea tus actos… y decides saltar sin pensarlo dos veces, lo que podría haber durado unos segundos duro una eternidad, y el canto de las sirenas se hace más fuerte, hipnotizado por él dejas de sentir y sonríes… es irónico pero en el último momento de tu vida consigues perdonarte y sientes un inmenso calor, sientes una interminable paz… sientes… la muerte…
Publicado por Houngan en 3:43 | 2 comentarios  
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